jueves, 20 de octubre de 2011

Ser misionero desde lejos y desde cerca

Carta semanal del Arzobispo de Oviedo 23.10.2011



Queridos hermanos y amigos: paz y bien.

                Hay fechas para recordar, para celebrar, para pedir, pero la vida se vive cada día con todo su espesor de gozo y esperanza, sin que falten a veces los cielos grises y las fuerzas cansadas. Pero una fecha nos permite tomar conciencia de eso cotidiano que sucede cada día. Este domingo celebramos una de esas particularmente queridas en el pueblo cristiano: el día del DOMUND. Es una jornada misionera que nos ayuda a no olvidar lo que tantos misioneros están realizando cotidianamente, en tantos lugares del mundo, y no sólo en esta fecha redonda y festiva. Ellos dejaron familia, trabajo, patria, y se dejaron enviar por Aquel que les llamaba.

                Precisamente, el lema de este año para esta Jornada Mundial del DOMUND, que organizan las Obras Misionales Pontificias, es «Así os envío yo». Jesús resucitado les dice a sus discípulos en el momento de los adioses: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo” (Jn 20,21). Que viene a decir: yo he comenzado la tarea, proseguidla vosotros. Yo vine a esta tierra de Israel y en este tiempo, id vosotros hasta los confines del mundo y durante todos los siglos venideros.

                El Santo Padre Benedicto XVI ha dirigido un mensaje para esta Jornada del DOMUND. No debemos inhibirnos de este empeño misionero sencillamente porque no hayamos recibido la vocación de ir a los finisterrae del mundo, porque a la hora de anunciar el Evangelio, “no podemos quedarnos tranquilos al pensar que, después de dos mil años, aún hay pueblos que no conocen a Cristo y no han escuchado aún su Mensaje de salvación. No sólo; es cada vez mayor la multitud de aquellos que, aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y no se reconocen ya en la Iglesia; y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente cristianas, son hoy refractarios a abrirse a la palabra de la fe”. Hay, por tanto, una llamada a mirar lejos y a mirar cerca, para desear que a todos llegue el anuncio salvador del Señor Resucitado.

                A dar gracias por los hermanos que han ido a las “tierras de misión” clásicamente entendidas, no olvidamos que cada uno en su lugar ha de ser misionero. Una particular atención despierta nuestro primer mundo, al que en su día llegó el anuncio del Evangelio, pero que atraviesa un período en el que “está en marcha un cambio cultural, alimentado también por la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante, un cambio que lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del mensaje evangélico, como… si Dios no existiese, y que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, de la carrera y del éxito como objetivo de la vida, incluso a costa de los valores morales”.

                Pero, como añade el Papa, “la evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, la animación misionera ha prestado siempre una atención peculiar a la solidaridad. Este es también uno de los objetivos de la Jornada mundial de las misiones, que a través de las Obras misionales pontificias, solicita ayuda para el desarrollo de las tareas de evangelización en los territorios de misión. Se trata de sostener instituciones necesarias para establecer y consolidar a la Iglesia mediante los catequistas, los seminarios, los sacerdotes; y también de dar la propia contribución a la mejora de las condiciones de vida de las personas en países en los que son más graves los fenómenos de pobreza, malnutrición sobre todo infantil, enfermedades, carencia de servicios sanitarios y para la educación. También esto forma parte de la misión de la Iglesia. Al anunciar el Evangelio, la Iglesia se toma en serio la vida humana en sentido pleno. Desinteresarse de los problemas temporales de la humanidad significaría «ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor al prójimo que sufre o padece necesidad» (Evangelii nuntiandi, 31)”.

                En este día, para que lo recordemos durante todo el año, demos gracias a Dios por los misioneros, particularmente por los que de nuestra Diócesis realizan este empeño en varios lugares del mundo. Y sostengamos con nuestra oración y limosna a las personas y obras que con solidaridad cristiana piden nuestra ayuda. Pero dejémonos también cada uno ser enviados a nuestro ambiente y circunstancia, para ser misioneros del Evangelio de Cristo: el que anuncia la Iglesia del Señor. Como el Padre envió a Jesús, Él nos envía a cada cual.

                Recibid mi afecto y mi bendición.

@ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo