Somos Emma y Miryam Ortega Abril, dos
hermanas conquenses que residimos en Oviedo desde el año 2010, año en el que
nos mudamos a esta tierra asturiana para continuar los estudios. Actualmente nos
dedicamos a la docencia: somos profesoras de inglés de enseñanza secundaria,
una imparte clases en el Centro de Adultos del Suroccidente (Tineo) y la otra
desarrolla su labor docente en el IES Cuenca del Nalón (La Felguera).
Este verano 2023 decidimos dedicar un
mes de vacaciones para visitar a nuestro amigo mierense Alfonso Pombo,
misionero laico en Honduras, y experimentar de primera mano cómo se vive allí.
La experiencia fue muy enriquecedora.
Lo que descubrimos es que Honduras es
uno de los países más violentos de Centroamérica. La gente con la que
compartimos ese mes de verano se enfrenta con frecuencia a problemas como el
suicidio, el alcoholismo y las drogas, el narcotráfico con las maras y la
corrupción, y las agresiones sexuales especialmente en niños y adolescentes.
Nuestra labor allí se centró
principalmente en acompañar y ayudar a un grupo de jóvenes que vivían en una
residencia de estudiantes en Marcala, en el departamento de La Paz. La mayoría
de ellos eran estudiantes de Educación Secundaria y Bachillerato que acudían a
la escuela pública. Algunos también estaban preparando la prueba de acceso a la
universidad.
Durante las clases que compartíamos
con ellos, así como en las distintas tareas del hogar y en los momentos de
oración que teníamos durante la mañana y la noche, los residentes nos dieron a
conocer las vidas tan duras y difíciles de sus familias: falta de recursos
económicos, asesinatos y secuestros de familiares, violaciones dentro de la
familia, el poco apoyo que les dan algunas comunidades cuando saben que se van
a estudiar lejos de casa (llegando a temer por sus vidas si volvían a la
comunidad debido a la envidia), etc. Pese a todo, cabe destacar en ellos su
gran resiliencia, sus ganas de aprovechar la vida y las oportunidades al
máximo, su fe viva y su empeño y constancia por aprender y educarse para optar
a un buen futuro, dejando a un lado todas estas dificultades.
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También tuvimos la suerte de conocer muy de cerca otras
comunidades próximas a Marcala que atendía nuestro amigo Alfonso: El Rifle, Los
Patios, Buenavista y La Pacaya. En todos ellos había escuelas con diferentes
niveles educativos, desde pre-kinder o infantil hasta Bachillerato, teniendo
también en alguna de ellas aulas para alumnado con necesidades especiales y
estimulación temprana. Muchos de estos centros, así como la residencia de
estudiantes, pertenecen a la asociación ACOES, una asociación fundada hace más
de treinta años cuyo objetivo principal es facilitar el acceso a la educación a
los hondureños y hondureñas.
Conviviendo con las personas de estas comunidades
descubrimos la sencillez de sus vidas y los obstáculos con los que lidiaban
diariamente: la falta de agua en las escuelas, las largas distancias para
acudir al colegio, la escasez de alimentos, la incertidumbre de no saber si
regresarían a casa con vida esa noche debido a la violencia en la calle, la
ausencia de personas adultas en la mayoría de las familias que puedan acompañar
y aconsejar a los niños y jóvenes, etc. Y aún con estas contrariedades, todos
ellos sonreían y te daban lo poco que tenían: te invitaban a una taza de café
al llegar a su casa, te ofrecían la silla donde se sentaban ellos y empezaban a
prepararte unas tortillas de maíz para comer. En pocas palabras te abrían las
puertas de su casa y de su corazón, haciéndonos sentir unas hondureñas más.
Emma
y Miryam Ortega Abril